Amad al prójimo como yo os he amado

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jueves, 8 de enero de 2015

ARTÍCULO INTERESANTE de Igor Irigoyen. AVANZANDO EN NUESTRO COMPROMISO POR EL REINO

Avanzando en nuestro compromiso por el Reino 
Equipo del Ministerio de la Transformación Social 

“…y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad.” (Francisco, Evangelii gaudium, 269). 



En la asamblea de la Fraternidad de Itaka de octubre de 2013 fue aprobada, como uno de los diez puntos a trabajar especialmente este curso, una propuesta relativa a propiciar pasos de avance en el compromiso de los miembros de la Fraternidad.



Desde el Ministerio de la Transformación Social presentamos este material como herramienta de reflexión personal y comunitaria, que nos sirva para impulsar nuestro compromiso en la línea del objetivo marcado. Tras él, se incluyen varios testimonios de voluntariado de algunos hermanos y hermanas de la Fraternidad. 



El compromiso como rasgo de nuestra vocación común En nuestra Fraternidad Escolapia unos de los elementos que consideramos básicos dentro de la vocación común es llevar adelante algún compromiso.  Así queda recogido este punto en los documentos actuales de la Fraternidad, dentro de los criterios de permanencia: 



“Desarrollar algún compromiso en favor de la educación, evangelización y/o transformación social, especialmente con las personas más necesitadas.” 

El compromiso, junto con los otros rasgos de la vocación común (la oración, la formación, el estilo de vida, la participación y el compartir comunitarios…), son elementos en los que hemos de revisarnos de forma permanente, incluso manteniendo una cierta tensión para progresar y no estancarnos en ellos. 
Y todo ello desde la pequeña comunidad, que es un espacio insustituible para el diálogo, el contraste y la exigencia desde el amor. 
Una comunidad cristiana que plantea el compromiso como de uno de los elementos centrales de su identidad debe saber acompañar, escuchar, proponer y exigir a sus miembros en relación a este aspecto que consideramos tan importante dentro del seguimiento de Jesús.  


Creer es comprometerse Una dimensión esencial de la fe cristiana es la del compromiso y el servicio a los demás, puesto que estos son para la persona creyente rostro de Dios en el aquí y ahora. Ya desde el Antiguo Testamento se afirma que quien de verdad conoce a Dios es aquel que practica la justicia con los pobres y los indigentes (Jer 22,16). 

Y en el Evangelio, de entre los muchos pasajes que podríamos recordar, nos viene enseguida uno que nos interpela especialmente: el del juicio de las naciones (Mt. 25,31-45): 
“Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. 
Sean cual fueren las circunstancias de nuestra vida, los cristianos estamos llamados a ser sal y luz para el mundo (Mt. 5,13-16). 



Iniciando la reflexión y el diálogo: 

‐ ¿Qué relevancia tiene para mí que el compromiso sea uno de los rasgos de la vocación común en la Fraternidad? ¿Cómo me interpela, en general, este punto? 
‐ ¿Cuándo fue la última vez que he revisado a fondo este ámbito de mi proyecto personal?  
‐ ¿Hablamos en comunidad sobre nuestros compromisos? ¿Es un ámbito para el contraste y la corrección fraterna, o más bien para informar de lo que hacemos? 

Esta vinculación entre fe y servicio a los demás, elemento nuclear del mensaje de Jesús, ha sido subrayada recientemente por el papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii gaudium, que dedica un apartado expresamente a la relación entre la confesión de la fe y el compromiso social. 
“La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás” (n. 178). 
Por tanto, el compromiso social no es una opción para los cristianos, sino que se trata de una llamada permanente, un imperativo: comprometerse es intrínseco al discipulado. El compromiso con la realidad sufriente constituye un auténtico lugar teológico donde se nos revela el Misterio de Dios. Así mismo, la vocación y el compromiso son, dentro de un proyecto de vida cristiano, dos elementos que caminan de la mano: el compromiso alcanza su pleno sentido en tanto que es una respuesta a esa llamada personal, esa vocación; a su vez la vocación en sentido cristiano implica necesariamente un compromiso con los demás. 


Pero el reto no es tanto afirmar esto con palabras, sino más bien dar testimonio de ello con nuestra vida. Una vida que va pasando por diferentes etapas y situaciones, en las cuales el compromiso también necesita evolucionar en función de ellas. Teniendo claro, eso sí, que en todos esos momentos vitales y situaciones los cristianos estamos llamados a vivir comprometidamente, concretándose esto en determinadas opciones de servicio a los demás. Como sabemos, la vivencia cristiana del compromiso no es siempre fácil y aparecen obstáculos, personales y sociales. 



Entre ellos, algunas tendencias presentes en el ambiente (y en nosotros mismos) que poseen el efecto de desmovilizarnos, o al menos, frenar nuestro impulso de servicio a los demás. Pensemos en algunas de ellas: 



- La tendencia, tan propia de la cultura postmoderna, de eludir el compromiso, rechazar las ataduras y disponer de mi tiempo para dedicarlo fundamentalmente a mí mismo y a los míos. En definitiva, la invitación a vivir la vida desde un planteamiento individualista, personal o familiar. 



- La tendencia a considerar el compromiso social como prótesis de la persona, disociándolo de la “vida real”. El compromiso no se integra de forma congruente en nuestra vida, sino que en todo caso sería más bien un añadido de la misma. 



- La tendencia a ver el compromiso social como algo pasajero, un “lujo” que se corresponde con cierta etapa de la vida, pero que después ha de quedar inevitablemente relegado frente a otras obligaciones más apremiantes.  Y ojo, porque oponerse a estos frenos que aparecen en el camino del compromiso no supone dejar de reconocer la parte de verdad que pueden encerrar planteamientos como los anteriores:  



- Porque es importante cuidar el tiempo de que disponemos para nuestra vida personal y familiar. 



- Porque resulta inevitable que aparezcan contradicciones y tensiones entre los valores del compromiso social y los que mueven otras facetas de la vida. 



- Porque no en todas las etapas y circunstancias vitales podemos tener el mismo tipo de compromiso, o intensidad en nuestra dedicación a él.  



Para reflexionar y revisar: 

‐ ¿Cómo se concreta en mi vida actual la llamada a vivir desde el compromiso y el servicio a los demás? ¿En qué etapa vital me siento en lo que respecta al compromiso? ¿Qué aspectos positivos y negativos encuentro a este respecto en mi momento vital? 
‐ ¿Qué opinión nos merecen los obstáculos al compromiso que aparecen a nivel social y personal? ¿Qué otros frenos o dificultades se nos ocurren?  

Compromiso y voluntariado, ¿es lo mismo? Aunque a veces utilizamos la palabra compromiso como sinónima de voluntariado, es cierto que no es exactamente así. Como dice Luis Aranguren1, es un error entender que el compromiso es aquello que hago por los demás en un tiempo determinado. 
Sin embargo, este mismo autor es un gran defensor de la necesidad para los cristianos de llevar adelante algún tipo de voluntariado como concreción necesaria de su compromiso social. El compromiso es para los seguidores de Jesús un valor estructurante, que abarca el conjunto de la persona e implica un estilo de vida alternativo: reflexión, austeridad, responsabilidad, el lugar de los pobres en mi vida, el sentido de utopía… 
El voluntariado, por su parte, supone dedicar gratuitamente y de forma regular parte de nuestro tiempo para atender una actividad de servicio a los demás, desde la vinculación con una organización social. Como tal, el voluntariado expresa parte del compromiso cristiano, pero no lo agota.  
Dicho esto, el voluntariado posee tres notas valiosas que hacen que sea algo muy relevante para el compromiso social: 


1. El elemento de gratuidad: a diferencia de otras formas de servicio (como por ejemplo el que realizamos desde nuestro trabajo profesional), es inherente a toda acción voluntaria el realizarse de forma gratuita, sin mediar una compensación por el tiempo y el esfuerzo puestos en la tarea. Este aspecto tiene un gran valor a la hora de expresar que somos don para los demás. 



2. El elemento de participación social: a diferencia del tiempo que la gente de nuestra familia o entorno, el voluntariado permite romper el círculo de “proximidad” y nos pone en contacto con otras personas de nuestra sociedad, a las que en muchos casos no conocemos, pero de cuya situación nos sentimos solidariamente responsables. A menudo es gracias a la acción voluntaria que tenemos un contacto directo con las realidades sufrientes y de exclusión, abriéndonos a una encuentro con una realidad de la que podríamos si no permanecer ajenos. 



3. El elemento de la complementariedad: El voluntariado implica poner nuestras capacidades al servicio de la acción y de la entidad a la que nos vinculamos, sumándolas a las de otras personas y construyendo iniciativas, planes y proyectos conjuntos. Descubrimos que los dones, aptitudes y saberes se complementan entre sí en pos de objetivos comunes, superando el alcance de la propia persona e incluso de la organización con la que colaboramos. Con todo ello, podemos afirmar que el voluntariado es una expresión muy cualificada del compromiso. En el tiempo de voluntariado la persona descubre, estima y verifica los valores que están en la base de su compromiso social. Una forma de plasmar esta idea de forma esquemática podría ser la siguiente: C =/ V (compromiso no es igual al voluntariado); C > V  (compromiso es más que el voluntariado); C<-->V (compromiso implica voluntariado). 

                                                             1 Luis A. Aranguren es autor de varios libros muy interesantes para profundizar en la reflexión sobre el compromiso social y el voluntariado desde una perspectiva cristiana. Uno de ellos, que citamos aquí, es Cartografía del voluntariado (ed. PPC, 2000). 2 Seguimos la reflexión de Jesús Sastre en su libro Repensar el voluntariado social desde la doctrina social de la Iglesia, ed. San Pablo, 2004. 


Sugerencias para reflexionar y compartir: 

‐ El voluntariado es una concreción necesaria del compromiso social. ¿Qué nos parece esta afirmación?  
‐ ¿Cómo se relacionan en mi vida el compromiso, el voluntariado y mi dedicación profesional? 
‐ ¿Cómo veo en mi caso personal las notas de gratuidad, participación social y complementariedad, que se enuncian como propias del voluntariado? Desde nuestra experiencia, ¿cabría añadir algún otro elemento? 


Algunos apuntes sobre el compromiso social de los cristianos Antes de profundizar en una visión del compromiso específicamente a la luz de la fe, conviene afirmar que el compromiso social no es algo que quede al margen de la condición de ciudadanía, ni mucho menos que la suplante o la sustituya. 

Todo lo contrario: a través del compromiso social no huimos, sino que afirmamos  nuestra condición de ciudadanos, convirtiéndola en ciudadanía responsable y activa. 
El compromiso es, por tanto, un espacio de encuentro entre la fe y la ciudadanía. Una dimensión que compartimos con otras personas, creyentes o no, y en la cual la condición de seguidores de Jesús nos lleva a vivirla de forma particular. 
La fe acentúa determinados rasgos de la presencia en la realidad social que, sin ser exclusivos de las personas creyentes, sí deben ser especialmente cuidadas cuando nos comprometemos con dicha realidad desde el Evangelio. 
Para los cristianos, existe una vinculación entre compromiso social y evangelización. Así lo expresa el papa Francisco: 
“Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Esas propuestas parciales y desintegradoras sólo llegan a grupos reducidos y no tienen fuerza de amplia penetración, porque mutilan el Evangelio. Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad”. (Evangelii gaudium, 262) 


La fe cristiana confiere al compromiso social una especial mística que le hace trascender a la pura acción. El compromiso nos conecta con determinados valores y dimensiones del Evangelio, como la fraternidad, la pobreza de corazón, la comunicación de bienes, la lógica del don…  Qué duda cabe que, en este contexto, el grupo o la pequeña comunidad son un espacio de referencia fundamental en que se encuentran tres aspectos esenciales de la fe: la experiencia fundante del amor de Dios, la pertenencia eclesial y el compromiso social desde la opción por los pobres. 



Además de esta dimensión espiritual el compromiso social también posee desde la fe una dimensión política, como llamada a transformar a fondo la realidad para construir desde ella el Reino de Dios. 

La Iglesia ha acuñado el término caridad política para referirse a este aspecto: el compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres, considerados como hermanos, en favor de un mundo más justo y más fraterno con especial atención a las necesidades de los más pobres (Católicos en la vida pública, 1986). 
Por eso, sea cual sea la labor concreta en la que nos comprometemos, el cambio de estructuras debe estar siempre en nuestro horizonte: tanto en acciones de incidencia directa en lo político (que, a pesar de todo, sigue siendo un ámbito necesario para el compromiso de los cristianos), bien buscando esa dimensión estructural en todo lo que hagamos. 
El compromiso solidario nos ha de llevar, seguramente, a mantener una colaboración conflictiva con los poderes públicos: cooperando con ellos en la respuesta a los problemas y necesidades sociales, pero a la vez sin dejar de recordar y exigir a las instituciones sus responsabilidades y los ideales que deben alumbrar la vida pública. Los cristianos estamos llamados a cultivar un estilo militante en nuestro compromiso. 
Promovemos un voluntariado exigente, en función de las posibilidades de cada cual, pero lejos de la cultura “light” que a veces encontramos en la sociedad actual. Nuestra apuesta ha de ser por un compromiso voluntario identificado, organizado y estable. Por eso mismo, nos oponemos al “picoteo” en el voluntariado y a entender este desde la mera acumulación de experiencias en beneficio del voluntario. 
Por otra parte, afirmamos que este modo militante de entender el compromiso social no está reñido con la ternura, ni con el cuidado de los demás o de uno mismo. Y es que, lamentablemente, casos ha habido también de un compromiso entendido como militancia total y puro activismo absorbedor de la persona. 
Una forma de vivir el compromiso que, además de empobrecerá, difícilmente resulta sostenible en el tiempo y, probablemente acabará generando lo que se algunos han llamado “fusibles quemados”: personas cansadas, decepcionadas o desgastadas que se terminan perdiendo para el servicio a los demás. 


Finalmente, otro elemento importante para el compromiso es el la formación en todas las fases del mismo. Una formación que entendemos como proceso, un itinerario personal y grupal. El compromiso social requiere que nos formemos de la manera más más completa posible, partiendo de la lectura crítica de la propia realidad en la que actuamos.  
Pistas escolapias para el compromiso y el voluntariado Como miembros de la Fraternidad Escolapia, compartimos el carisma de San Jose de Calasanz. Tal como decimos en nuestros documentos, lo acogemos como un regalo y una propuesta que Dios nos hace para que nuestra identidad cristiana, personal y comunitaria, se afirme y crezca (n. 20).  
Más adelante afirmamos que participar de este regalo junto con los religiosos escolapios supone vivir nuestra identidad desde tres elementos que compartimos con ellos: espiritualidad, misión y vida (n. 22). 
La misión escolapia que compartimos no es otra que la de evangelizar educando para la transformación social y la reforma de la Iglesia (n. 27), caminando hacia la utopía del Reino: 
el ser humano mismo que alcanza su plenitud en su empeño en construir un mundo de hermanos, solidario y justo (n. 42). A partir de aquí, leyendo esta identidad desde nuestra propia diversidad vocacional, lo que define una vivencia “escolapia” del compromiso no es la mediación en la que ese compromiso es realizado, ni siquiera el ámbito de trabajo. 
Lo fundamental es trasladar el carisma escolapio, del que como miembros de la Fraternidad participamos, a nuestro compromiso educativo, evangelizador o de transformación social, a partir de las claves que encontramos en Calasanz y que compartimos con los hermanos y hermanas. 
Con este presupuesto, no hay compromisos fuera de lo escolapio; lo único “no escolapio” es carecer de compromiso. 
El descubrimiento de la dimensión escolapia de nuestro compromiso social es algo que cada persona podemos ir realizando partiendo nuestra propia experiencia, profundizando en nuestra identidad, contrastándolo con la  oración y compartiéndolo fraternalmente en comunidad. 
No obstante, apuntamos algunas de estas claves escolapias sobre el compromiso, a partir de la figura de Calasanz, como pistas que se ofrecen de forma abierta para la reflexión: 


- La fuerza comprometedora de la realidad y del contacto con los excluidos: Dejarse interpelar por la realidad, especialmente por la pobreza y la marginación, y estar abierto a que lo que en ella descubrimos nos cambie la vida. “He encontrado la manera definitiva de servir a Dios, haciendo el bien a los pequeños. No lo dejaré por nada del mundo”.  



- Dios nos habla a través de los pobres: Reconocer a Dios en la persona excluida, sufriente o necesitada. El encuentro con ellos nos revela a Cristo hoy y nos transforma. “Y sintió entonces como una voz que le decía: «Mira, mira». Y se dijo a sí mismo: «Quizá el Señor quiere que yo me haga cargo de estos muchachos»”.  “Él acepta en propia persona todo lo que se hace por los pobres y enfermos” 



- El valor transformador de la educación para la persona y para la sociedad. La educación es una extraordinaria herramienta para el cambio social y una clave construir un mundo más justo. 



Profundizando en nuestro estilo de compromiso: 

‐ ¿Cómo vivo en mi caso la dimensión espiritual del compromiso social? ¿Llevo mi compromiso a la oración personal y comunitaria? ¿Siento que la oración fortalece mi acción?  
‐ ¿Qué significa para mí tiene el estilo militante en el compromiso? ¿Qué dificultades encuentro en la identidad, organización, formación, etc.?  
‐ Recordando mi trayectoria en el compromiso, ¿cómo ha evolucionado mi estilo en ella?  
‐ ¿Me siento en avance en esta dimensión de mi vida? ¿Qué nuevos pasos siento que puedo o debo dar? 

“La reforma de la sociedad consiste en el diligente ejercicio de la enseñanza.” 
“Si desde la infancia los niños son imbuidos diligentemente en la Piedad y en las Letras, ha de preverse, con fundamento, un feliz transcurso de toda su vida.” 


- La opción por los pobres, como absoluta conciencia de su dignidad y sus derechos, como preferidos de Dios. “Los pobres sean siempre, siempre, ayudados con particular diligencia.” “Para los alumnos pobres se fundó nuestro instituto. Y lo que se hace por ellos se hace por Cristo. No se dice otro tanto de los ricos.” 



- La centralidad de la persona –el niño pobre- fundamento de todo lo que hacemos. “En ninguna circunstancia menospreciaremos a los niños pobres; sino que con tenaz paciencia y caridad nos empeñaremos en enriquecerlos de todas las cualidades”. 



- Emprender obras y proyectos desde la sencillez y humildad. “Con los sencillos suele conversar Dios con gusto.” “La santa humildad es la verdadera moneda que circula en la casa de Dios.” "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios". 



- La perseverancia y la paciencia ante los reveses recibidos en la labor, a partir de una confianza en Dios inquebrantable.  

“La virtud está en las cosas difíciles y en la perseverancia.” “Con paciencia superaremos las dificultades.” "Me acusan de cosas que no he hecho, pero yo dejo a Dios mi defensa."       


Reflexionar sobre identidad escolapia y compromiso: 

‐ ¿Cómo vivo la identidad escolapia en mi compromiso? ¿Siento que desde él participo de la misión escolapia, o encuentro alguna dificultad en este sentido? 
‐ ¿Cómo veo en mi caso las claves escolapias sobre el compromiso que se proponen? A partir de lo que conozco de la figura de Calasanz y las Escuelas Pías, ¿se me ocurre alguna otra clave sugerente? 

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